ñoquis golpistas
Del 21 al 23 del corriente se llevó a cabo la 147ª reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina, mini organismo que forman una veintena de hombres de negro y púrpura y encabeza el cardenal Jorge Mario Bergoglio S.J. (luciendo equipo negro y rojo). Previamente habían informado que, tras el intercambio pastoral sobre la situación del país, dedicarían “buena parte de las jornadas a analizar pautas de aplicación a las conclusiones de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que se realizó en mayo en Aparecida, Brasil”. Y más: “También se escucharán informes de las comisiones episcopales. Mientras que Pastoral Social informará sobre la ‘acción pastoral’ respecto de la drogadependencia; Fe y Cultura lo hará sobre el seguimiento legislativo que hace sobre proyectos de ley referidos a la vida. En tanto, Ministerios se referirá al Colegio Sacerdotal Argentino en Roma. Otras comisiones que harán un balance de lo actuado serán Pastoral de la Salud, Vida Consagrada, y Laicos y Familia. Lo mismo hará el Consejo de Asuntos Económicos, responsable del seguimiento del Plan Compartir. Asimismo, se prevé contar con una actualización de datos estadísticos de la realidad del Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina (UCA), y delinear el temario para la 94ª Asamblea Plenaria, prevista para la semana del 5 al 10 de noviembre en la casa de ejercicios El Cenáculo – La Montonera, de Pilar”.
Pero de todo eso no sabemos nada. Podemos imaginar que lo que rimbombantemente ellos denominaron “pautas de aplicación a las conclusiones de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe” no es más que seguir arrancando y quemando páginas de las conclusiones de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, más conocidas como Documento de Medellín, último e infructuoso intento de respirar aire puro del catolicismo del nuevo mundo efectuado en 1968. Y que el resto de los temas habrá sido tratado como las leyes que el Congreso Nacional aprueba la última noche de sesiones ordinarias de cada período legislativo. Descartando así en nuestra imaginación que hayan ellos invertido mucho tiempo y mucho esfuerzo en los temas enumerados, lo que nos queda es que se la pasaron hablando de política, tema que les encanta y en el que cada vez meten más cuchara.
Y por fuera de nuestra fantasía, lo que sí sabemos fehacientemente porque es de conocimiento público es que el pasado 23 de agosto han dado a conocer, a modo de conclusiones de sus preocupaciones políticas, un nuevo comunicado (“declaración” según el argot católico) que en realidad no es nuevo, sino la copia textual del que habían hecho público el pasado 28 de abril (“exhortación pastoral”, de más nivel que el anterior, porque fue dado por la Asamblea Plenaria del episcopado vernáculo), titulado Sobre el compromiso ciudadano y las próximas elecciones, al que en esta ocasión le agregaron apenas quinientos setenta y un caracteres (con espacios) a modo de introducción.
Ahora bien, esta gente cobra un jugoso sueldo del estado nacional para hacer su trabajo, y resulta que su trabajo le jode o intenta joderle la vida a… digamos el noventa por ciento de quienes contribuyen con sus impuestos a pagarles. Y como si esto fuera poco, ya ni siquiera trabajo: cobran por repetir sus propios dichos.
Vamos, obispos: si quieren seguir metiendo cuchara en política, si quieren seguir manejando a la gente a través de lo que dicen ustedes creer, al menos tengan la delicadez de esmerarse para jodernos la vida y la dignidad de laburar para ganarse le sueldo que les pagamos. ¿O también vamos a tener que aceptar que sus impúdicas rosqueadas son su trabajo?
el documento
En realidad, lo que estos cromagnones habían hecho en abril no era nada nuevo, sino la millonésima formulación de sus eternas obsesiones: no al aborto, no a la eutanasia, no al matrimonio que no sea reproductivo, no a la educación sexual, no al cumplimiento de leyes que se opongan a la doctrina católica. Sí, sí: les pagamos para que nos digan lo más campantes que los católicos no deben cumplir las leyes que ofendan su fe; les pagamos para que se caguen en la sociedad, les pagamos para que liberen sus instintos teocráticos y golpistas.
Ese engendro es el episcopado argentino.
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