lunes, septiembre 25, 2006

la triple alianza: ¿la nueva guerra?

Ayer, domingo, Mariano Grondona expuso en su trinchera televisiva (el programa Hora clave) su duda acerca de si estamos encaminándonos hacia la edad del Espíritu Santo (siguiendo la visión de la historia del monje medieval Joaquín de Fiore, que identificaba la edad del Padre con la relatada en el Antiguo Testamento y la religión judía, la edad del Hijo –con el Nuevo Testamento y el cristianismo– y la edad del Espíritu Santo, siendo esta última la que daría paso al diálogo entre las tres grandes religiones monoteístas) o bien vamos hacia una guerra entre religiones como afirma Samuel Huntington en su libro Choque de civilizaciones (1996).
Si bien el trasfondo de esta preocupación de Grondona estuvo dado por las citas poco felices que el papa Ratzinger hizo rememorando sus viejos tiempos de académico de poco vuelo (¿o ahora su pasado intelectual, nunca de primera línea, se convirtió en brillante?), su objetivo no pareció estar en el tema en cuestión, sino en la consolidación de la alianza religiosa entre judaísmo, cristianismo e islam (citados en ese orden por estricta por fecha de nacimiento) bajo la noble pátina del ecumenismo. El mismo tema trató el católico abogado y periodista en su columna dominical del diario La Nación bajo el muy chupacirios título de La oportuna imprudencia de Benedicto XVI.
Fue muy notable que Grondona hablara desde su cristianismo y hacia “las otras dos religiones”, desconociendo o quitándole entidad a quienes profesan otras religiones o espiritualidades, e incluso a los que hemos dejado de ocuparnos en esos temas porque nos resulta un tanto irresponsable estar pensando en qué habrá después de esta vida mientras mucha gente va a averiguarlo de prepo, llevada por el hambre, la injusticia, las guerras, las enfermedades y muchas otras causas más, todas ellas evitables.
Esa mirada parcial me llevó a dudar de que lo realmente temible en el futuro sea una lucha atroz entre judíos, cristianos y musulmanes, y a preguntarme si en realidad lo que viene no es la lucha de ellos contra todo el que promueva un estilo de vida laico. Y la respuesta es sí, por supuesto que sí; y no llegué a ella por futurología, sino por memoria, porque eso ya viene sucediendo. Cada vez que una sociedad ha querido darse leyes que no responden a las tradiciones de esas religiones, sus representantes y sus profesantes más comprometidos se abroquelan, se apoyan mutuamente, se suman a las manifestaciones y hasta no dudan en actuar violentamente. Porque una sociedad teocrática les garantiza poder a todos ellos, incluso cuando se basa en leyes divinas de otra religión: primero hay que asegurarse el monopolio del krátos (dominio), y luego se discutirá qué parte le corresponde a los representantes de cada teos (dios).
Así, los dichos de Ratzinger no tendrían más valor que el de las acusaciones mutuamente lanzadas por los miembros de un mismo partido político; bien sabemos que, apenas terminadas las internas, todos vuelven a acompañarse mutuamente.

la cruz y la urna
Fernando Giannetti, cura católico, responsable de la Comisión de Ecumenismo y Diálogo de la Arquidiócesis de Buenos Aires, estuvo como invitado en Hora clave. Y dijo que cuando la cruz y la espada, el poder temporal y el poder espiritual se juntan, las cosas iban para mal. Por supuesto que Mariano Grondona no hizo ningún comentario al respecto, ya que él está muy feliz con la que la cruz y la espada anden juntas, y feliz con la participación de Joaquín Piña, obispo de Iguazú, como referente de los opositores a Carlos Rovira, gobernador de Misiones. Tan feliz como está el diario La Nación, que ayer puso en tapa: “Autoriza la Iglesia a sus miembros a intervenir en la actividad política. Al faltar una oposición fuerte, actuarán cuando las instituciones corran riesgo”, aunque en la nota –click aquí– jamás se diga quién autorizó tal costumbre, lo que resulta raro en una institución tan bien estructurada y disciplinada como es la Iglesia católica, y también en un diario tan serio y con tantos contactos eclesiásticos a los cuales recurrir como es La Nación.