divinas mentiras
El presbítero Guillermo Marcó es miembro de la Comisión de Medios de Comunicación Social y Prensa, director de la Oficina de Prensa, director del Servicio de Pastoral Universitaria y párroco de la parroquia San Lucas, todo ello dentro de la órbita del Arzobispado de Buenos Aires. Con tantos cargos de tan alto vuelo uno puede sospechar que su voz no es la de un curita rebelde, ni la de un clérigo improvisado, ni mucho menos la de un sacerdote católico de poco vuelo. Sin embargo, no voy a decir que la suya es la voz oficial de la Iglesia católica en Buenos Aires por dos motivos: porque me consta que hay curas que no opinan como él (el por qué estos “disidentes” siguen perteneciendo a esa institución es algo de lo que le darán cuenta al dios en que creen), y porque como buen vocero Marcó tendría (en el hipotético caso de que leyese este blog) la posibilidad de rebatirme mediante un sinfín de argumentaciones increíblemente adaptables según la ocasión (como la obediencia a la institución, o bien la desobediencia surgida de la persona; la gracia divina que cuida y asiste los pasos de sus ministros, o bien las tentaciones y limitaciones que padecen los mismos; la certeza absoluta acerca de la veracidad del mensaje transmitido, o bien el reconocimiento del error cometido –por lo general, varios siglos más tarde–; la orgullosa ostentación de ser depositarios de una tradición bimilenaria, o bien la lavada de manos frente al mediocre cuando no miserable accionar de los antecesores inmediatos durante los años más sangrientos de nuestra historia reciente; y muchos otros etcéteras). Convengamos, entonces, que Marcó no es la voz oficial, pero por su cargo es indudablemente la voz de la oficialidad de la Iglesia católica en Buenos Aires.
El pasado fin de semana, al iniciarse la peregrinación juvenil a Luján, Guillermo Marcó apareció en un informe televisivo diciendo, entre otras cosas, que Manuel Belgrano había creado la bandera nacional tomando los colores del manto de la Virgen. Eh… Veamos…
Si un creyente afirma que no hubo evolución de las especies, sino que cada una fue creada por un acto directo de la divinidad, no hay problema: existe un viejo libro llamado Biblia al que muchos consideran sagrado y así lo dice. Tampoco podríamos objetarle que quiera creer que toda la humanidad es progenie de Adán y Eva, ni discutirle la autenticidad histórica del diluvio universal, las plagas de Egipto, las trompetas de Jericó o cualquier otro pasaje bíblico por más alucinado que pueda parecernos. Pero de ahí a arrogarse la autoridad para reescribir la historia política de un país en pos de mejorar el posicionamiento de una organización religiosa en el entramado social de esa misma nación hay un largo trecho que, a mi entender, se desliza poco sutilmente por el campo de la mentira. Sí: Marcó miente, porque la historia nos enseña que los colores de la bandera argentina los tomó Belgrano de los colores de la familia Borbón, y así resulta inadmisible la cantinela religiosa con que pretende llenar de agua bendita y hostias los albores de la patria. Es ridículo que hable como si los sacerdotes e historiadores Guillermo Furlong y Cayetano Bruno se encontrasen en la lista de autores inspirados y sus escritos formasen parte de un nuevo canon sagrado.
Ahora bien: si Marcó miente para justificar una ingenua leyenda porque de ella saca un liviano rédito, ¿cómo creerle cuando opina de política nacional y hace afirmaciones que siempre van a favorecer a los sectores más reaccionarios de nuestra sociedad? ¿Cómo creerle cuando defiende los dichos impresentables de la autoridad máxima de su corporación con palabras más cercanas a la prestidigitación oral que a una seria argumentación? Cuando están en juego intereses considerables como el poder o las finanzas de la Iglesia católica o sus más conspicuos socios, ¿qué no sería capaz de decir Marcó?
(Como para entender quiénes son sus aliados, recordemos que Marcó se refirió a los legisladores porteños Santiago de Estrada y Jorge Enríquez como “hombres nuestros”, es decir, de la Iglesia católica. ¡Pavada de operadores se fue a elegir!)
mentiritas lujaneras
Como es el vocero del arzobispo de Buenos Aires, Marcó es quien más hace oírse pero, por supuesto, no es el único que dice mentiras en la Iglesia. Otros dicen otras. Y ya que hablamos de mentiras divinas y recordamos la reciente peregrinación a Luján, veamos cuánto de veracidad puede tener la guaranga cifra de participantes de esa caminata que ostenta la Iglesia a modo de poder de convocatoria. Este año se habló de 1.300.000, pero incluso podemos atenernos a la tradicional cifra de 1.000.000 de peregrinos para concluir que es falsa. Es simple: imaginemos que fueron caminando 800.000 personas, y otras 200.000 llegaron por otros medios para apoyar a los peregrinos, por devoción, por curiosidad o por trabajo (obispos y sacerdotes, periodistas, vendedores varios, etc.). Supongamos que esas 800.000 personas entran por la ruta en la ciudad de Luján a razón de diez por segundo (cualquiera puede darse cuenta de que entran muchos menos por segundo, pero no importa); eso significa que ingresaría gente a ese ritmo durante más de 22 horas. Y no, no es así. Pero también podemos imaginar la salida desde Luján de ese millón de personas. Los domingos hay 15 servicios de trenes, pero supongamos que TBA duplica generosa y calladamente los servicios, y que cada formación transporta 1.500 pasajeros; eso nos permite asegurar que 45.000 personas usaron el tren a lo largo de todo el domingo, y nos queda sacar a 955.000 de ahí. Imaginemos que 100.000 personas fueron en otros tantos automóviles, y que cada una de ellas regresa con otras tres; nos quedarán 555.000 a las que subiremos en 10.090 ómnibus que sobrecargaremos con 55 personas cada uno (algunos irán con 56). Tenemos ahora que sacar de la ciudad de Luján 110.090 vehículos; hagámoslos tener los motores listos y acelerar para salir a razón de uno por segundo (simplemente imposible), y así y todo tardarán en hacerlo 30 horas y media.
¿Quién puede seguir sosteniendo que 1.000.000 de personas va a Lujan en un solo día?
no le alcanza con ser estrella invitada en este blog
Cuando retomé este texto para terminarlo, me encontré con que Guillermo Marcó está en la tapa de Clarín y La Nación de hoy. Una pena: yo pretendía cierta exclusividad, pero sus dichos no me lo permitieron. Porque ahora está muy preocupado por la violencia.
Y la mentira, ¿no es violencia?
5 Comments:
Hace poco, un amigo me contaba que se encontró en un sauna gay muy conocido de Buenos Aires a uno de los curas más homofóbicos de Avellaneda. También sabemos todos que el ex vicario general de la diócesis, a cargo del obispado en el entretiempo entre Di Monte (una loca de aquellas) y Frassia, es decir, el procesado por la causa Trusso, su excelencia reverendísima monseñor Toledo, está hace años en pareja con un conocido arquitecto de la ciudad. Sin embargo, todos estos religiosos pertenecen al sector de la iglesia católica que lideran Aguer y el propio Di Monte, herederos de Plaza y Ogñenovich, sector que (además de su complicidad con la dictadura y el menemismo) se caracteriza por su discurso homofóbico. En el púlpito se rasgan las vestiduras hablando de la inmoralidad de la homosexualidad, y después de misa se van al sauna a chuparse una pija.
De todo esto deduzco que la hipocresía, la mentira y el ocultamiento son parte del ideario de estos señores, que no me merecen el más mínimo respeto.
Marcó, Bergoglio y sus secuaces pueden decir lo que les dé la gana, que yo no les voy a creer ni media palabra.
Violencia es Mentir...decía El Indio Solario!
Por otro lado, que los sacerdotes sean putos, no es ninguna novedad...Y es OBVIO, que por más pijas que se tragen, no van a dejar de condenarlo desde el púlpito.
El problema no son ellos, es el DOGMA, que no se post-moderniza!
violencia es mentir, sí.
la prensa, la patria y la iglesia están en la misma bolsa en una extraña ensalada de frutas.
Hay un libro de un español llamado Pepe Rodríguez (y sí...con ese nombre más vale que Danés no iba a ser...)que se llama "Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica", en donde enumera y explica todas las mentiras que la Iglesia Católica ha venido sosteniendo desde su "creación". Las hay teológicas y las hay políticas.
No me preocupa que la Iglesia mienta. Después de ahondar un poco en su historia uno comprende que la mentira y el secreto constituyen su modus operandi.
Lo que me preocupa son los idiotas útiles de siempre que le creen y actúan en consecuencia. Esos, son millones, y son un peligro. Son los que discriminan en la calle, en los colegios y empresas, son los que llaman a hospitales con amenazas de bombas, son los que van a la legislatura y al congreso a impedir que se voten leyes de salud pública.
la iglesia siempre estuvo con el poder, haga el poder lo que haga. de una sociedad antigua vemos el palacio y el templo. por que seguir escandalizandose eternamente de su proceder? por que seguir esperando que la iglesia -cualquiera sea- haga otra cosa, ademas de administrar el culto, que ser funcional a su interes en mantenerse como esposa de la poronga de turno? a veces los gobiernos se divorcian de la iglesia, pero no recuerdo ejemplo historico alguno de lo inverso. en cuanto a su capacidad retorica, cuanto mas cultura tiene el pueblo mas agua haran los pobres argumentos con los que pretenden envaselinarnos. Lucho querido, olvidate de los curas, el unico gesto con sentido hacia ellos es ponerles una trampa para ratas en la puerta de la sacristia!
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