miércoles, mayo 16, 2007

mantener vigente la Constitución

María Laura Santillán no dejaba de pronunciar la palabra “salvaje” al referirse a la reacción de los usuarios de la línea Roca. Ella, tan cuidadosa de lo decidido por la producción de Telenoche, tan satisfecha de sí misma como comunicadora, tan supinamente ignorante de lo que es viajar en tren, de los vagones mugrientos, del incumplimiento de horarios, de la suspensión de servicios, del viajar amontonado, ella, sí, ella formaba opinión. Y no era la única.
La campaña estaba lista. Fernando Jantus, ese infame lacayo que oficia de vocero de la empresa Metropolitano, no había perdido tiempo y ya había sembrado dudas acerca de la espontaneidad de la reacción popular: le sirvió en bandeja a todos los periodistas la teoría del ataque planeado, y la mayoría repitió la sospecha (aunque no sabemos si sólo lo han hecho por descerebrados e ignorantes o también porque los negocios de los multimedios a los que ellos responden se entrecruzan con los de la empresa concesionaria de la línea Roca).
Hasta entrada la madrugada, el locuaz ministro de Interior nada dijo acerca de los métodos represivos que puso en juego la Policía Federal. Y como de costumbre, el secretario de Transporte no habla, ni soluciona, ni renuncia.
Presión, maltrato, desinformación, falsedad, represión. ¿Se supone que ante eso hay que callar? ¿Pretenden que mañana los pasajeros les lleven flores a los lúmpenes disfrazados de soldadesca privada que ponen para controlar los molinetes y para atender en las ventanillas?
Hay que mantener vigente la Constitución, porque si los gobernantes y funcionarios no saben hacer cumplir su artículo 42 de la Constitución, el pueblo se encargará de mantener vigente en la estación Constitución la furia y el fuego de su hartazgo. Y a no olvidar que el fuego se extiende rápidamente.

acerca del secretario de Transporte
Hace un par de años alguien me dijo que Ricardo Jaime era un buen tipo, pero un inútil. Parece que es tan inútil que ni sabe firmar una renuncia.
Los opositores sólo lo han tenido en cuenta cuando el escándalo de Southern Winds, demostrando que la aviación (¿o la provisión de cocaína?) les preocupa más que los millones de personas que a diario se valen de los calamitosos transportes públicos.
Recordé a Jaime la semana pasada, cuando también se dijo del ex gobernador santacruceño que era bueno pero inútil. ¿Será un sello de la falta de cuadros K la inutilidad bonachona?
Debería llamar a quien me comentó aquello de Jaime para prevenirlo acerca de que la inutilidad en un cargo público está más cerca de la corrupción y de la vergüenza que de la bondad.

el artículo 42
Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de trato equitativo y digno.

Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios.
La legislación establecerá procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia nacional, previendo la necesaria participación de las asociaciones de consumidores y usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos de control.

viernes, mayo 11, 2007

sobrevuelan otras idioteces

Envié una versión más breve de la entrada anterior (idiotez uniformada) a la sección Cartas de lectores diario Clarín, en donde fue publicada una versión más abreviada aún (y podría decir que editada con los pies) en la edición del lunes 7 de mayo.
Esa publicación motivó que cinco personas me enviasen mails. Dos coincidían con lo que yo había dicho: una señora, vecina de El Palomar, víctima cotidiana de las molestias que generan los vuelos que parten y arriban de esa base militar, y un señor que había enviado una carta a Clarín a fines del pasado marzo haciendo notar el riesgo que implican las exhibiciones aéreas. Notable: de haberse publicado y atendido esa carta, el piloto Marcos Peretti hoy estaría vivo.
Mi abuela decía: “Después de que el chico se ahogó, María tapó el pozo”. Tiempos raros estos, en los que el chico se ahoga a menudo y quienes hacen oir sus voces son los defensores del pozo. Y sus voces suenan, justamente, desde el mismo sector que a diario se tira de los pelos porque “ya no se puede vivir con esta inseguridad”.
En esta línea imagino a los otros tres energúmenos que me escribieron. El idiota A sostiene su argumentación en los vuelos comerciales, que es como justificar a los bengaleros de Callejeros desde el uso de las bengalas para ubicar náufragos en alta mar. El idiota B me dice cobarde y cagón, aunque no pude saber por qué llega a esa conclusión (quizás porque yo tema que se caiga un avión militar en vuelo recreativo y arrase una manzana entera). El idiota C me regaló un festín, y merece transcripción literal (sin corregir, por supuesto, que así aumenta su contundencia).


respeta un poco, el acto se hiao a consecuencia de los caidos por la patria defendiendo la soberania, te guste o no. la idiotez no esta uniformada, la idiotez esta en gente como voz, seguro simpatizas con los zurdos, montos o erpianos, escupo tu cara, idiota y ademas cobarde.-

No me van a decir que lo de “erpiano” no es antológico… Pero más allá de lo gracioso que resulta, es preocupante pensar que esto (me niego a darle el status que implica el pronombre demostrativo “éste”) comprende como amenaza erpiana una crítica desde el sentido común a una actividad puntual de una de las fuerzas armadas.
Poniendo esa reacción en la perspectiva histórica que ella misma sugiere, queda claro que así como la acción de la justicia es a la vez didáctica, la no acción de la justicia favorece –junto a la impunidad y a nuevas formas de injusticia– la ignorancia y la idiotez.

miércoles, mayo 02, 2007

idiotez uniformada

El sábado 28 de abril por la tarde escuché una y otra vez el ruido de aviones con una frecuencia casi rítmica. Desde la terraza de mi casa pude verlos mientras realizaban con su vuelo un arco por sobre lo que estimé serían los barrios de Mataderos y Parque Avellaneda. De inmediato llamé por teléfono a la Fuerza Aérea, donde me derivaron al Comando Regional. Allí me atendió un tal Marcelo (muy amable y sin apellido, como casi toda la gente que atiende los llamados en organismos y empresas) quien me dijo que yo estaba viendo los aviones que participaban del desfile aéreo de las Jornadas de Puertas Abiertas que en el Instituto Nacional de Aviación Civil (ubicado en Morón) se desarrollaba en conmemoración del vigésimo quinto aniversario del bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina. Marcelo no supo decirme quién autorizó el vuelo de esas naves por sobre la ciudad de Buenos Aires (y necesariamente por sobre los partidos de Morón, Tres de Febrero y La Matanza). Le expresé que me parecía absurdo ese desfile por generar un riesgo –por mínimo que fuese–, pero intentó tranquilizarme hablando de la seguridad de esas máquinas voladoras y de la pericia de sus pilotos que sabrían cabalmente qué hacer en caso de un desperfecto, asegurándome que jamás estaría en riesgo la población que sobrevuelan.
El domingo 29, lo mismo.
El martes 1º de mayo, el tronar fue estridente. Aviones de todo tipo, entre ellos unos pesados cuatrimotores, pasaron justo por sobre mi casa, en Floresta, de dos en dos, durante no menos de una hora. Cinco horas antes, otras aeronaves –que cuentan con la seguridad que les otorga el serio trabajo de la Fuerza Aérea Argentina, piloteadas por otros hombres de no menos renombrada pericia– estaban desfilando en Tandil. A una de ellas se le desprendió el tanque de combustible, y su piloto, Marcos Peretti, la desvió para estrellarse en campo abierto, acto que sus camaradas no han dejado de calificar como heroico.
Ahora bien, si la nave que perdía el tanque de combustible hubiese sido una de las que sobrevolaban la ciudad, ¿qué estarían boqueando en este momento los atildados señores de la Fuerza Aérea? Porque la maniobra que todos alaban de Peretti lo desvió a unos seiscientos metros de distancia de la pista, tramo que en el espacio aéreo de una ciudad no podría evitar una tragedia.
Tiremos bengalas, que no pasa nada. Hagamos una picada por Libertador, que no pasa nada. Vayamos a pasear por los desagües, que no pasa nada. Sobrevolemos la ciudad, que no pasa nada.
Sin dudas, la idiotez está uniformada.