se ha extraviado el niño Martín Ciccioli
(más que extraviarse, se fue al carajo)
La información que brinda Canal 13 dice que el programa Argentinos por su nombre cuenta “con la visión característica de Andy y su equipo”, lo que resulta una pésima noticia, porque poca gente es tan ciega a la realidad e inmune a su devenir como demuestra serlo Andy Kusnetzoff. Sí, el ex movilero de Caiga quien caiga que, a fuerza de tener un papá sexólogo, logró ir teniendo sus propios programas.
Quizás para que nadie le haga sombra, lo rodearon de otros periodistas bonsai (es decir, enanos y meramente decorativos, sostenidos a fuerza de producción): Carla Czudnowsky y Martín Ciccioli. Ella parece haber superado su viudez de Juan Castro puesto que ya no lo llora y hasta admite que otro le recompense con una mirada su necesidad de aprobación ajena, aunque no logró dejar atrás la etapa de supuesta transgresora sexual; y él… él es uno de los tantos posmodernitos presuntuosos que en algún momento fue promesa de –al menos– no ser muy boludo, y como tiene que llenar con algo el tiempo en el aire, es capaz de inventar cualquier ridiculez, grabarla, editarla y presentarla como una verdad incontrastable que él acaba de descubrir.
En realidad, esta entrada sólo se justifica por lo que viene, que es lo que vi (por suerte, lo único que vi) en la emisión de Argentinos por su nombre del pasado jueves 17 de agosto. Abre el informe Martín Ciccioli a metros de la estación Liniers y, en plena calle, declama obviedades sobre el transporte urbano. Para graficar las penurias que a diario debemos tolerar otros (otros, sí: a él se le notaba que estaba descubriendo un mundo al subirse a un tren), competirá con un experimentado maratonista en llegar a Plaza Dorrego (Humberto I y Defensa, en San Telmo).
Cualquier idiota sabe que el transporte público de las grandes urbes es problemático, y mucho más en Buenos Aires, ciudad escasamente planificada y todavía atada en ese tema a los designios de un organismo nacional que empeora cada vez que cambia de manos (no teman: el próximo secretario de Transporte será peor que Hugo Jaime). Pero Martín Ciccioli lo demostrará, que en eso puso su esfuerzo.
El punto es que lo demostró de la manera más burdamente mentirosa que uno podría imaginar, porque eligió las peores y más innecesarias combinaciones: tomó el tren hasta Flores; desde esa estación caminó no menos de una cuadra y media hasta la avenida Rivadavia, en donde subió a un taxi hasta Primera Junta (trayecto con varias cuadras de calzada reducida y desvíos por las obras de prolongación de la línea A del subte); se supone que bajó en la estación Perú (quizás lo hizo en Loria y siguió montado en un pony, pero no lo editaron) y ahí tomó un colectivo hasta la altura de Plaza Dorrego. Por supuesto, el maratonista había llegado mucho antes.
Si la visión característica de Andy y su equipo es la mentira, el informe falso, el impacto a cualquier costo, quizás me haya equivocado al calificarlos de “periodistas bonsai” porque, en realidad, se trataría simplemente de unos hijos de puta que se benefician al engañar a la gente a la que –con postura de próceres de la libertad de expresión– dicen informar.
Se ha extraviado el niño Martín Ciccioli, posiblemente viajando entre Liniers y San Telmo. Si alguien lo localiza, no se preocupe por devolverlo: viviremos mejor sin él y sin sus falsas investigaciones.