miércoles, septiembre 27, 2006

alivio, pero no festejo

La muerte de un hijo de puta no es motivo de festejo, porque la muerte no trae consigo ningún tipo de justicia ni para con él ni para quienes fueron afectados por su accionar. Pero sí puede provocarnos un alivio, porque al menos ya no deberemos preocuparnos más por el mal que generaba ese hijo de puta.
Eso es lo que tengo para decirles esta madrugada, mientras me preparo para sentir un alivio que, tarde o temprano, llegará: el quebracho y el algarrobo tampoco son eternos.

martes, septiembre 26, 2006

garchate una negra que está todo bien

Para tranquilidad de la gente bien y de la medianamente bien, ya está en marcha el sistema Subte Alerta, que le permite a los pasajeros del subte denunciar cualquier delito o emergencia marcando desde un teléfono móvil *31416, incluso dentro de los vagones y aun con la formación en movimiento.
Después de las denuncias de algunos intentos de abuso en distintas estaciones de ese transporte público porteño, la Policía Federal Argentina implementó ese número porque, aseguraron sus fuentes, resulta fácil recordarlo al asociarlo con el valor pi (3,1416).
Felicitaciones a los genios que ponen su inteligencia al servicio de nuestra seguridad. Y felicitaciones a quienes tengan teléfonos móviles y a la vez hayan tenido un nivel mínimo de educación que les haya permito aprender y recordar ese número. En cambio, aconsejamos a las mujeres pobres y con poca educación que se cuiden: si son victimas de un abuso, sin celular o sin saber el número pi deberán gritar fuerte para que alguien las auxilie.
Y así como el saber popular cantaba hace años “fumate una chala que está todo bien”, hoy los abusadores que eligen los andenes y pasillos de los subterráneos para avasallar a sus víctimas podrían cantar, con la misma música robada a Los Pericos, “garchate a una negra que está todo bien”.

lunes, septiembre 25, 2006

la triple alianza: ¿la nueva guerra?

Ayer, domingo, Mariano Grondona expuso en su trinchera televisiva (el programa Hora clave) su duda acerca de si estamos encaminándonos hacia la edad del Espíritu Santo (siguiendo la visión de la historia del monje medieval Joaquín de Fiore, que identificaba la edad del Padre con la relatada en el Antiguo Testamento y la religión judía, la edad del Hijo –con el Nuevo Testamento y el cristianismo– y la edad del Espíritu Santo, siendo esta última la que daría paso al diálogo entre las tres grandes religiones monoteístas) o bien vamos hacia una guerra entre religiones como afirma Samuel Huntington en su libro Choque de civilizaciones (1996).
Si bien el trasfondo de esta preocupación de Grondona estuvo dado por las citas poco felices que el papa Ratzinger hizo rememorando sus viejos tiempos de académico de poco vuelo (¿o ahora su pasado intelectual, nunca de primera línea, se convirtió en brillante?), su objetivo no pareció estar en el tema en cuestión, sino en la consolidación de la alianza religiosa entre judaísmo, cristianismo e islam (citados en ese orden por estricta por fecha de nacimiento) bajo la noble pátina del ecumenismo. El mismo tema trató el católico abogado y periodista en su columna dominical del diario La Nación bajo el muy chupacirios título de La oportuna imprudencia de Benedicto XVI.
Fue muy notable que Grondona hablara desde su cristianismo y hacia “las otras dos religiones”, desconociendo o quitándole entidad a quienes profesan otras religiones o espiritualidades, e incluso a los que hemos dejado de ocuparnos en esos temas porque nos resulta un tanto irresponsable estar pensando en qué habrá después de esta vida mientras mucha gente va a averiguarlo de prepo, llevada por el hambre, la injusticia, las guerras, las enfermedades y muchas otras causas más, todas ellas evitables.
Esa mirada parcial me llevó a dudar de que lo realmente temible en el futuro sea una lucha atroz entre judíos, cristianos y musulmanes, y a preguntarme si en realidad lo que viene no es la lucha de ellos contra todo el que promueva un estilo de vida laico. Y la respuesta es sí, por supuesto que sí; y no llegué a ella por futurología, sino por memoria, porque eso ya viene sucediendo. Cada vez que una sociedad ha querido darse leyes que no responden a las tradiciones de esas religiones, sus representantes y sus profesantes más comprometidos se abroquelan, se apoyan mutuamente, se suman a las manifestaciones y hasta no dudan en actuar violentamente. Porque una sociedad teocrática les garantiza poder a todos ellos, incluso cuando se basa en leyes divinas de otra religión: primero hay que asegurarse el monopolio del krátos (dominio), y luego se discutirá qué parte le corresponde a los representantes de cada teos (dios).
Así, los dichos de Ratzinger no tendrían más valor que el de las acusaciones mutuamente lanzadas por los miembros de un mismo partido político; bien sabemos que, apenas terminadas las internas, todos vuelven a acompañarse mutuamente.

la cruz y la urna
Fernando Giannetti, cura católico, responsable de la Comisión de Ecumenismo y Diálogo de la Arquidiócesis de Buenos Aires, estuvo como invitado en Hora clave. Y dijo que cuando la cruz y la espada, el poder temporal y el poder espiritual se juntan, las cosas iban para mal. Por supuesto que Mariano Grondona no hizo ningún comentario al respecto, ya que él está muy feliz con la que la cruz y la espada anden juntas, y feliz con la participación de Joaquín Piña, obispo de Iguazú, como referente de los opositores a Carlos Rovira, gobernador de Misiones. Tan feliz como está el diario La Nación, que ayer puso en tapa: “Autoriza la Iglesia a sus miembros a intervenir en la actividad política. Al faltar una oposición fuerte, actuarán cuando las instituciones corran riesgo”, aunque en la nota –click aquí– jamás se diga quién autorizó tal costumbre, lo que resulta raro en una institución tan bien estructurada y disciplinada como es la Iglesia católica, y también en un diario tan serio y con tantos contactos eclesiásticos a los cuales recurrir como es La Nación.

miércoles, septiembre 20, 2006

escuela de periodismo, la de Fabio Alberti

Los cultores de Cha cha cha y de Todo x 2 $ entenderán bien a qué me refiero; los que no, entenderán de todos modos. En la edición digital del martes 19 de septiembre de 2006 del diario Clarín, en Conexiones, un video del periodista Germán Cervetto nos ponía al tanto de un hecho de la ciudad. Pero el estilo, indudablemente, se lo debe a Fabio Alberti, tanto por su personaje como predicador de Peperino Pómoro como por las reflexiones finales de Marcelo. Porque bien Cervetto podría haber iniciado su nota con un contundente “¿Qué nos pasa a los argentinos, eh?”.
Podés verlo y escucharlo haciendo click aquí. Para quienes no quieran pisar el sitio de “el gran diario argentino” e incluso para hipoacúsicos, he aquí la transcripción de lo dicho por Cervetto (servicio exclusivo de Excluidos pero tecnologizados).

“¿Qué fue lo que falló en el Parque Centenario… ah… para que amaneciera y estuviera estos días lleno de… de basura y desperdicios?
“Una de las posibilidades es… eh… bueno, la gran costumbre argentina de no cuidar y no respetar lo nuestro y lo ajeno. Es un parque que apenas había sido reinaugurado el jueves pasado por el jefe de Gobierno, Jorge Telerman. Había quedado realmente… bien, eh, había… Lo más importante era el lago central que había sido puesto en valor nuevamente después de años de abandono; tenía un muelle, los espacios verdes fueron recuperados… Eh…
“Evidentemente eso a la gente le gustó: el parque se llenó durante el fin de semana. Ayudó mucho el buen tiempo y… bueno, ocurrió lo previsible: hubo mucha demanda, mucha gente, se empezó a llenar de… de basura, a tal punto que los cestos… eh… colapsaron.
“Lo que… lo que… lo que… no gustó fue el problema de la gente de no cuidar el espacio, justamente: se veían por la, por el parque envases de tetrabrick, eh… hasta montículos de basura tirados en el pasto, y eso le desagradó mucho a los vecinos, a todos nos desagradó, y especialmente a los vecinos de la zona que quieren al parque… como propio.
“Eh… Ahora, la falla es evidentemente de la gente, por un lado, que no ha cuidado y no ha respetado, no ha sabido respetar. Por otro, la pregunta es qué pasó en el gobierno porteño; si sabíamos que era un parque nuevo, que iba a llamar la atención y que con el buen tiempo iba a estar… este… lleno de gente, ¿por qué no hubo una medida… más vigilancia o una medida para limpiar como correspondía la zona?
“Parece que la cuestión es meditar, hacernos cargo y meditar bien… hum… cómo nos desenvolvemos en el día a día, esta cuestión de la convivencia en la que siempre hacemos mucho hincapié. En… cómo respetar al prójimo y, desde el gobierno porteño también, cómo deben respetarnos a nosotros. Me parece que de los dos lados hay una cuestión de convivencia que no fue bien resuelta y que deberíamos… ah… analizar claramente y para que no vuelva a repetirse en futuras oportunidades.
“Bueno, desde la redacción del diario Clarín, les informó Germán Cervetto.”

¿Este es el nivel de periodismo que satisface a los directivos de Clarín? ¿O Clarín promueve y muestra a los peores de su staff? Y si ni lo uno ni lo otro, ¿entonces Clarín promueve y muestra a los mejores de su staff, y éste es uno de ellos?

martes, septiembre 19, 2006

quieren ser ricos, no idealistas

Había puesto la cita que aparece a continuación al final del post de ayer. Pero merece estar aparte. Y merece ser releída imaginando distintas voces, declamada por distinta gente, manejando distintos porcentajes y en referencia a distintos grupos y tiempos (por ejemplo, donde dice “Estados Unidos”, “riqueza mundial” y “1948”, leer, respectivamente, “Amalia Lacroze de Fortabat”, “riqueza del partido de Olavarría” y “1995”) para comprobar que el efecto siempre va a ser el mismo.
“Estados Unidos tiene aproximadamente un 50% de la riqueza mundial y sólo un 6,3% de su población. Dada esta situación, no es posible que no seamos objeto de la envidia y el resentimiento. Nuestra verdadera tarea en esta época que se avecina es crear un patrón de relaciones que nos permita mantener esta posición de disparidad sin un detrimento positivo en la seguridad nacional. Para poder hacerlo, tendremos que dispensarnos de todo sentimentalismo y ensoñación, y tendremos que concentrar nuestra atención sobre nuestros objetivos nacionales inmediatos. No debemos engañarnos de que nos podemos permitir lujos como el altruismo y el beneficio mundial. Deberíamos dejar de hablar de objetivos tan vagos e irreales como los derechos humanos, el incremento en los estándares de vida y la democratización. No está lejos el día en que tendremos que negociar puramente en términos de poder. Cuanto menos nos hayamos maniatado por los eslóganes idealistas, mejor.” George Kennan, jefe de Planeamiento del Departamento de Estado de Estados Unidos, 1948, documento PPS23, 24 de febrero. Publicado en 1976 en Foreing Relations of the United States 1948, volumen 1, Nº 2.

lunes, septiembre 18, 2006

hay vida más allá de la piel

Sugerir (como lo hice en el post un crimen casi perfecto) que de alguna manera todos somos responsables de la injusticia que hay en el mundo es algo que molesta bastante. Y es entendible la molestia: uno anda por la vida tranquilo, educado e instalado en una sociedad que asumió que una parte de su cuerpo no funciona correctamente y que probablemente siempre esté así (como quien asume un quiste que no compromete su salud), hasta que un día te cruzás con alguien que te dice no sos ajeno a ese problema.
En su cometario, Ronnie asume que no puede hacer nada con el sistema que entiende injusto, pero no lo vamos a responsabilizar porque es inimputable: necesita que otro le provea definiciones, porque por sí mismo parece estar imposibilitado de comprender qué está bien y qué está mal. Y para actuar de determinada manera, dice que necesita que otro lo haga antes, por lo cual sus convicciones parecen bastante endebles. Con este panorama, le pido a Ronnie que se dedique a la lectura de otros blogs, y vuelva a por aquí cuando su entendimiento y su ética hayan alcanzado la mayoría de edad.
Me sorprendió mucho el comentario de Harry, porque además de tener por él un claro “respeto blogger”, desconocía su tono enojado. Muy enojado. Y muy enojado por cosas que tomó como si le hubiesen sido reprochadas por lo que él mismo hace, cuando no fue así; a lo sumo, su estilo de vida podría coincidir con algo de lo que critiqué, como ir a cenar a un restaurante, salir a bolichear o ir al cine. Pero yo no censuré esas salidas, sino que usé una cena en un caro restaurante como ejemplo de la necesidad de tener cierto límite, cierta proporción.
Cuando se habla de estas cosas, suele despertarse en algunos interlocutores el “pánico comunista”. Primero habría que aclararles –para disipar confusiones– que su “pánico comunista” es en realidad “pánico soviético” o “pánico stalinista”, porque siempre ponen por ejemplo esas falsas experiencias como modelo del comunismo (dame un automóvil, dejá que dos o tres jerarcas le roben un par de ruedas y el motor y obliguen a otros cinco a empujar, y vas a ver que el automóvil tampoco funciona). A la vez aclararé que no propugno la idea de un mundo en el cual todos tengamos exactamente lo mismo, pero sí que todos tengamos, al menos, lo indispensable para vivir dignamente (y aquí no puedo evitar volver a recordar a Ronnie y su pregunta acerca de “digno para quién”, como si la dignidad tuviese grados o escalas, algo así como una dignidad europea, primermundista, capitalista, dirigente, gerencial, y otra dignidad subsahariana, tercermundista, excluida, esclava, desempleada). Y vuelvo a las manzanas: cuantas más tome alguien, menos recibirán otros, y algunos incluso no recibirán ninguna, aunque yo creo que todos deberíamos preocuparnos de que nadie quede sin al menos su parte de manzana necesaria.
Y para ahuyentar temores y pánicos, declaro que a mí también me agradaría vivir muellemente en un American Way of Life de película, pero no me alcanza porque veo y palpo y padezco sus limitaciones. Ese estilo de vida atiborrado de complacencias consumistas puede ser satisfactorio para personas cuyas vidas terminan en su piel, pero a mí no me llena, lamentablemente, porque mi vida no termina en mi piel. Y creer que quien considera malo o agotado al American Way of Life es alguien que quiere estar del otro lado del Muro –que ya ha caído– o un nostalgioso de chacras comunitarias es una chicana que seguramente se le escapó a Harry en su enojado fervor, porque carece de la seriedad con que puede argumentar.
El problema es que todos estamos dispuestos a levantar la bandera de “Mi derecho a gastar cuanto se me antoje”, pero poca gente muestra voluntad de declarar hasta dónde seguirá izando esa bandera. Porque un límite hay que ponerse, y si no lo determinás en algún momento al inicio de la marcha, siempre vas a encontrar la excusa para seguir un poquito más adelante. ¿Gastar $ 500.- en una cena les parece bien? Háganlo. ¿Y gastar U$S 500.- en unos lentes de sol? Pues el dinero sigue siendo supuestamente bien ganado, así que también. Compren la casa, que la necesitan, y el automóvil y las vacaciones y el plasma de cien pulgadas, que luego vendrán uno o dos autos más, la casa de campo y hasta la botella de vino noruego a € 700.- cada una para la cena de todas las noches. ¡Qué bien! Han crecido profesionalmente y su sueldo se multiplicó. Celébrenlo comprando un yate y una avioneta, y un cuadro bien cotizado en Sotheby’s, porque siempre amaron el arte, lo recordamos bien. Asegúrense un espacio adecuado para cuando dejen este mundo: compren una bella parcela en un cementerio privado. Y hablando de ir al cielo, no olviden que pueden ir al espacio en algún vuelo más allá de la estratosfera…
Libertad, sí, y que es muy buena. Libertad para todos y todas, y todas las libertades. Pero ¿la libertad tampoco tiene límites? Ah, sí: hemos acordado hace años que podemos hacer lo que nos venga en gana, siempre y cuando no jodamos a un tercero. ¿Y cuándo la libertad de bolsillo comienza a joder la vida de terceros? ¿Cuando quiero dar una vuelta por la estratosfera? ¿Quizás un poco antes, como al comprar el yate? Ah, no sé exactamente cuándo, pero hay que poner ese límite para no joder del todo a los demás. Porque si no te ponés límites, alguien pasará hambre y morirá. Y si ganás U$S 5.000.- mensuales por tener a cargo a treinta personas, y éstas tienen sueldos equivalentes a los U$S 250.-, estarás haciendo un gran esfuerzo por mentirte para seguir pensando que es tu dinero y que nada tenés que ver con la injusticia en el mundo.
Libertad, sí, pero no de bolsillo. Porque la libertad de bolsillo es tan pero tan pobre que, más que libertad, es esclavitud. Y una esclavitud tan fuerte que en toda la historia de la humanidad apenas unos pocos han logrado liberarse de ella.
Yo me quedo con el ideal de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad. (Ey, tontos: no vayan a decirme que estoy a favor de la guillotina; dije que estoy a favor del ideal…)

jueves, septiembre 14, 2006

una recomendación

Damas y caballeros, tengo el agrado de presentar Rutina en cubitos, un blog que he descubierto hoy. Absurdo, sin dudas, pero eso no le impide ser certero. Y lo presento (además de linkearlo para las generaciones venideras) porque creo que su tira Segundo paso expresa (aunque quizás su autor haya querido decir otra cosa) lo que intenté expresar en los dos últimos textos: no alcanza con lo que se declama o se proclama sobre uno mismo, sino que hay que actuar con cierta coherencia. Y otra tira, Capitalismo emocional, me sonó más que adecuada para el espíritu que pretende tener y transmitir Excluidos pero tecnologizados. (Para ver cualquiera de las dos, hacé click sobre su nombre.)
Rutina en cubitos presenta una nueva tira todos los miércoles y domingos. Después, cuando este pibe sea famoso, no olviden quién lo recomendó.

miércoles, septiembre 13, 2006

un crimen casi perfecto

Harry comenta al post anterior: “El Villero Planet podría tener un contenido muy interesante. Pienso que cualquier persona tiene la libertad de gastar el dinero que gana con su trabajo lícito en cualquier cosa que le satisfaga. El hecho de que trabaje informando sobre un mundo tan cercano y lejano (para muchos, me incluyo) no implica que a la noche deba salir a comer residuos, ni mucho menos. Si le genera placer gastar 500 dólares en una cena, allá ellos, buen provecho y que la disfruten”.
¡Qué tema el equilibrio entre libertades y derechos!
Hagamos juntos un ejercicio de la temprana infancia: si hay diez manzanas y cinco niños, ¿cuántas manzanas les corresponden a cada uno? Y si uno de los niños toma seis manzanas, ¿cuántas les corresponden al resto?
El número de manzanas en el mundo no es infinito, ni tampoco el de la riqueza. Si alguien se apropia de mucha, proporcionalmente otros perderán mucha.
¿Tiene alguien la libertad para gastar en lo que desea el dinero que ganó lícitamente? Claro; de hecho, cientos de millones de personas lo hacen a diario. ¿Es lícito pretender ganar sumas muy por encima de lo necesario para vivir dignamente? Alguien se va a quedar si manzanas…
Extrememos el ejemplo: ¿tiene alguien la libertad para salir a la calle con un arma y matar a otra persona? Claro que sí; de hecho, miles de personas lo hacen a diario. ¿Es lícito? Aquí nadie lo duda y todos decimos a coro: ¡por supuesto que no! Que somos gente de bien, y no estamos a favor del crimen.
Entre uno y otro caso, las únicas diferencias están dadas por tiempo y distancia. El que dispara su arma mata de inmediato, por su propio acto, a alguien a quien eligió matar; el que se lleva muchas más manzanas, mata a largo plazo, desencadenando una serie de actos que derivarán en la muerte de alguien de la que no se enterará.
El “asesinato con manzanas” es un crimen casi perfecto: casi nadie lo descubre, casi todos lo practican, casi nadie lo castiga ni reprende. Y cada día lleva a la muerte a miles de personas, especialmente niños.
Tomar para sí muchas más manzanas es plenamente legal. Porque las leyes las hicieron y las hacen –todos lo sabemos– los que pueden quedarse con más manzanas.

Si alguien quiere hacer de este mundo un lugar mejor no debería quedarse tranquilo llevando su vida adelante según lo que es lícito: este mundo está como está con las leyes que tiene, lo que hace evidente que no todas esas leyes son buenas.

villero planet

Me dan asco los y las periodistas que hacen informes e investigaciones acerca de los pobres y su vida. A la noche van con sus flamantes automóviles o camionetas a cenar a carísimos restaurantes, mientras sus entrevistados favoritos esperan a unas cuadras el cierre de esos locales para buscar en la basura los restos de comida que le llevarán a sus hijos.
¡Cretinos! ¡Cretinas! ¿Por qué no blanquean su actuar repugnante, se unen y crean el canal Villero Planet, en cuya pantalla presenten todo día a los pobres en su hábitat para que podamos conocer sus costumbres y hasta saber cómo mueren “naturalmente”?

sábado, septiembre 09, 2006

el regreso de un polizei-blog
(un nuevo aporte del citador compulsivo de Spinoza)

Volvió el comentarista anónimo que odia a este blog e insiste en leerlo, y que ama a Spinoza e insiste en citarlo. Así es la fobia: no puede dejar de observar su objeto, y cuando no está a su alcance, sale a buscarlo. Pero vamos mejorando, porque ahora se presenta con nombre y apellido: dice llamarse Ariel Oviedo. En señal de gratitud, en lugar de darle un espacio entre los comentarios, lo cito aquí.
Dice Ariel Oviedo: “Como dijo Spinoza: ‘Todavía no pensamos’. Con este blog, su autor, y sus ‘posteadores’ queda confirmada dicha frase. Es que ¿alguien puede decir algo nuevo, algo que no se haya dicho cien millones de veces antes? ¡Plis! Te puse mi nombre. ¿Ahora te gusta más?”.
Ariel Oviedo, quien quiera que sea y como quiera que en realidad se llame, debe creerse separado de los que no piensan señalados por su citado Spinoza por el solo hecho de volver a un blog que no le interesa para asegurarse que sigue sin interesarle. Y para continuar luciendo citas breves que cualquier pelafustán puede obtener al quitar del calendario la hoja del día ya pasado. También cree que hay que decir cosas nuevas y no repetir las ya dichas, aunque él regresa para decir lo mismo. Pero mucho peor es que no entiende que si hay cosas que vuelven a decirse es porque cada día aumentan las situaciones que originan esas voces de enojo y protesta, ni entiende que tras milenios de injusticias debemos seguir soportando la pretensión de los injustos de ser ellos mismos los que interpretan la injusticia que no padecen e incluso sus consejos para que sobrellevemos lo que sí padecemos a causa de ellos.
Si regresa por este blog, Ariel Oviedo seguirá leyendo lo que ya leyó cien millones de veces (y me atrevería a decir que seguirá sin entenderlo aunque lo lea cien millones de veces más).
Y en cuanto a si me gusta más que haya dejado su nombre, le respondo que no, que no me gusta ninguna palabra que venga de la militancia personalista y pedante que ostenta. Ni siquiera su nombre, real o falso (es que, además, no me gusta porque tuvieron la mala suerte de elegir –él o sus padres– un nombre que suena muy parecido al de una de las persona más imbéciles que he conocido en esta vida).
De todos modos, tan mal no estuvo: me dio pie para decir algo que seguramente han dicho otros antes, pero quería también decirlo yo.

Nota personal a Ariel Oviedo: cuando tengas algo original para decir –algo que no hayas leído cien millones de veces antes–, comentalo en mi blog, así podremos admirar tus cualidades intelectuales.

miércoles, septiembre 06, 2006

¡seguridad! ¡seguridad! ¡seguridad!

Sí, yo también quiero seguridad.
Quiero cruzar la calle con la certeza de que el tipo que viene manejando un auto no está hablando por teléfono móvil, ni escuchando música a tal volumen que le impediría oír la alarma de un ataque nuclear, ni con la visión limitada porque polarizó los vidrios, ni mucho menos borracho o fumado o lo que fuere que alterase sus sentidos.
Quiero subir al colectivo y saber que pagaré el boleto a cambio de un viaje seguro, no en manos de esquizofrénico que baja la velocidad media cuadra antes de las esquinas para hacer tiempo y así detenerse ante el semáforo en rojo, para luego correr enloquecidamente otro trayecto de su recorrido, exponiendo a los pasajeros a todo tipo de cimbronazos. También quiero ver el cuadro tarifario antes de pagar el boleto, y no en la mitad de los coches (en el mejor de los casos), cuando ya pagué el boleto.
Quiero que, cuando la llamada no se establece, los teléfonos públicos me devuelvan las monedas, y no que me las roben para engrosar la millonada en negro que fagocitan las empresas de telecomunicaciones.
Y quiero muchas otras cosas que hacen a mi seguridad. La mía y la de millones de argentinos. Porque es mucha más la gente que cada día pierde monedas en teléfonos públicos, expone su integridad física viajando en colectivo o que muere en accidentes de tránsito que las que mueren en hechos de violencia. Y si te parece banal lo del colectivo y lo del teléfono público, está bien: quedate solo con lo de los accidentes de tránsito, computemos cadáver por cadáver, y vas a ver que los autos matan muchísima gente más que los revólveres y las navajas.
Pero, claro, la mayoría de quienes manejan autos son gente bien, ¿verdad?

Recuerdo
Como “todo tiene que ver con todo”, y este post tiene que ver con el anterior, vale contarte que una nochecita de fines de abril de este año, tipo nueve de la noche, mientras yo caminaba por la calle Honduras, al llegar a la esquina de Humboldt, ví venir una 4 x 4. El conductor no me vio: estaba mirando el tránsito de la calle Honduras, opuesto a donde yo estaba, y no me quedó más que volver atrás y esperar su paso. El conductor no quitó los ojos del tránsito, ni siquiera cuando estuvo a mi lado, desconsiderando la senda peatonal. El conductor, además, manejaba con una sola mano, porque en la otra tenía un teléfono móvil por el que estaba hablando.
El conductor de esa 4 x 4 era Marcelo Bragagnolo.
No te lo puedo afirmar, pero sospeché que él estaba muy apurado yendo al multimedios América para hablar sobre la inseguridad.

sobre Marcelo Bragagnolo
o de cómo lo que se padece no sirve para juzgar a las personas

Ayer vi a Marcelo Bragagnolo. Yo estaba en un café en el Centro, y él, mesa de por medio (ahora que lo pienso, él estaba a mi izquierda… ¡y yo a su derecha!), recibiendo gente, de a uno, como si esa mesita del café fuese su centro operativo (y lo digo así porque oficina no le ha de faltar).
No lograba escuchar lo que hablaban (quizás, por suerte). Frente a sus interlocutores, Bragagnolo se mostraba seguro, erguido en su silla, y hasta de vez en cuando se le veía un rictus casi sobrador. Pero cuando quedaba solo, en los pocos minutos que restaban entre una visita y otra, a Marcelo Bragagnolo se le perdía la mirada más allá de la vidriera, se le llenaban los ojos de lágrimas, se le fruncía levemente el ceño… En pocas palabras: cuando él quedaba solo, se hacía evidente que es un hombre destruido.
Ahora bien, no hace falta ningún título habilitante ni ninguna capacidad especial para comprender que un hombre destruido debe buscar la calma, reencontrarse, reestablecer sus relaciones, y que lo menos aconsejable para él es exponerse en los medios e incluso exponer a su familia, y mucho menos estar promoviendo políticas de estado adecuadas a lo que él cree que hubiese prevenido el origen de su dolor.
Si este hombre tuviese un amigo de verdad, éste ya le hubiese explicado la conveniencia de quedarse tranquilo hasta elaborar el duelo por la muerte de su hijo Matías. Pero parecería que Bragagnolo sólo está rodeado de fanáticos manoduristas que lo alientan a ir por más.

Ayer yo no debería haber visto a Marcelo Bragagnolo. Yo estaba en un café en el Centro, y él debería haber estado con su familia, quizás llorando, quizás paseando, quizás puteando, tomándose un descanso (no parece ser un hombre que fuese a pasar hambre si dejaba de trabajar un largo tiempo). Pero no: está de negocios, o quizás de rosca. Y ésta es su elección.
No me gustó ver a Marcelo Bragagnolo, porque aprendí que a la gente se la juzga por lo que elige, por lo que hace libremente. Y lo que le pasa, lo que padece alguien, no lo hace ni mejor ni peor.

viernes, septiembre 01, 2006

un médico a la derecha

Lo dijo Blumberg en su discurso: “Aquí, a la derecha, un médico, por favor”. Pues bien, a confesión de partes, relevo de pruebas. Pero no sólo un médico a la derecha, porque además de curarla, hay que liderarla. Han probado con ex policías de alto voltaje, eclesiásticos de la hostia, empresarios de la patria contratista y hasta con padres de víctimas de la violencia o padres de víctimas de la estupidez, pero no hay caso, no encuentran una figura que los convoque y encabece, pese a la inveterada facilidad que tienen para sumar.
Y el mismo Juan Carlos Blumberg… ¿entiende o no entiende?